RESUMEN
Don
Álvaro Mesía apareció en la plaza montado en un hermoso caballo y
se acercó al balcón donde se encontraba Ana Ozores. Ambos
conversaron y, por primera vez, la Regenta no ocultó la atracción
que sentía por su pretendiente.
TEMA
El
tema del fragmento es el adulterio, que es típico de la novela
realista. Se manifiesta en la sorpresa de Álvaro al ver que Ana se
muestra receptiva a sus avances y EN el abandono de la protagonista a la
pasión que despierta en ella.
ESTRUCTURA
OPCIÓN
A (POR ARGUMENTO)
La
primera parte se correspondería con las líneas 1 a, que
constituirían el planteamiento, puesto que se presenta la situación
inicial (espacio y personajes). La segunda parte sería el cortejo,
en el que se relata (mediante la técnica del resumen narrativo) la conversación entre Ana y su pretendiente,
así como el efecto que produce en ambos. La conclusión se
correspondería con el último párrafo, puesto que el narrador
explica las consecuencias de dicho encuentro: tanto la Regenta como
Don Álvaro son conscientes de que, de forma impícita, se han confesado
una fuerte atracción mutua que promete ser el principio de una
relación adúltera.
OPCIÓN
B (POR MODALIDAD)
La
primera parte se correspondería con las líneas 1 a 20, en que el
narrador describe el ambiente desolado de la plaza desierta y su
transformación debido a la espectacular aparición de Don Álvaro a
lomos de su hermoso caballo. La oportuna llegada del jinete llena de
vida el lugar y rescata a la Regenta de su tediosa vida en Vetusta.
La
segunda parte, hasta el final del fragmento, es un resumen narrativo
de la conversación entre el seductor y Ana Ozores, en el que se pone
en evidencia la complicidad entre ambos y la atracción mutua que,
por primera vez, ella no oculta.
TIPOLOGÍA
El
texto pertenece a la tipología literaria, con un uso cuidado del
lenguaje, como puede observarse en la detallada escripción de
ambientes y personajes (tanto de su aspecto como de su psicología).
Predomina, por tanto, la función poética, que se centra en la forma
del mensaje. Así, aparecen numerosas figuras literarias
(enumeraciones, anáforas, paralelismos, metáforas...), como se
explicará más adelante.
GÉNERO
El
texto es un fragmento de una novela y pertenece, por tanto, al género
narrativo. Relata los sucesos ocurridos a unos personajes (Ana Ozores
y Álvaro Mesía) en un espacio y tiempo determinados (la plaza de la
imaginaria ciudad de Vetusta en el siglo XIX). Como es típico de la
novela realista, que pretende analizar en profundiad la psicología
de los personajes, se trata de un narrador externo en tercera persona
(“vio”, l.3; ““hablaron”, l. 22; “se atrevió”,
l.25...) del tipo omnisiciente, puesto que describe los sentimientos
y pensamientos tanto de Álvaro (“estaba pasmado”, l.28) como de
Ana (“se sentía caer en un pozo”, l.35).
MODALIDAD
TEXTUAL
El
texto combina la modalidad narrativa y la descriptiva, con predominio
claro de ésta última, lo que es habitual en la novela realista,
puesto que pretende reflejar la forma de vida de la sociedad del
siglo XIX, a la vez que adentrarse en la psicología de los
personajes. Así, aparecen algunos verbos de acción en pretérito
perfecto simple: “saludó” (l.13), “sospechó” (l. 19), “se
atrevió a intentar acercarse” (l. 28-29) y numerosos infinitivos
que indican movimiento y aportan dinamismo, como se comentará más
adelante: “caracolear”, “revolverse” (l. 9),.
En
la descripción aparecen sustantivos concretos (“plaza”,
“lacayos”, “curas”, “chiquillos”, “mujeres”, l. 1-2),
que constituyen una enumeración reforzada por la anáfora “ni”,
para intensificar el contraste entre el aspecto inicial de la plaza desierta y la
posterior transformación gracias a la llegada de Don Álvaro Mesía.
Así, el narrador opone una Vetusta adormecida y monótona a la
figura del seductor, un hombre apasionado y lleno de vida.
Precisamente mediante otra enumeración se describe su espectacular
entrada en escena. En ella se acumulan los adjetivos calificativos:
“arrogante figura”, “jinete en soberbio caballo blanco, de
reluciente piel, crin abundante y ondulada, cuello grueso, podrosa
cerviz, cola larga y espesa” (l. 6-8), al igual que los infinitivos
que describen de forma dinámica los movimientos del caballo:
“piafar, caracolear, revolverse” (l. 9-10). La actitud arrogante
y llena de elegancia del animal es un fiel reflejo de su amo, que tan
hábilmente lo hace exhibirse en la plaza. De este ingenioso modo, el
autor caracteriza de forma indirecta al jinete a través de su
montura. Esta estructura formada por una serie de oraciones de
infinitivo se repite además en las l. 31-34, que describen los
calculados gestos del galán para seducir a Ana: “aproximarse”,
“ponerse en pie sobre los estribos, estirar el cuello y hablar bajo
para que ella tuviera que inclinarse sobre la barandilla”.
También
dinámica y de gran plasticidad es la enumeración de las líneas 15
a 17, formada por tres sintagmas nominales cuyo núcleo está
complementado por respectivos complementos en forma de S.Adj y S.
Prep: “El estrépito de los cascos del animal sobre las piedras,
sus graciosos movimientos, la hermosa figura del jinete, llenaron la
plaza de repente de vida y alegría”. El narrador describe a
continuación los intensos efectos de esta imagen en Ana, que hasta
entonces contemplaba con hastío la ciudad desde
el balcón (“la Regenta sintió un soplo de frescura en el alma”,
l.17-18), para dar a continuación un paso más en la percepción
subjetiva de la protagonista mediante el estilo indirecto libre, con
una oración exclamativa que resume la emoción y la alegría que la
embarga al verlo aparecer: “¡Qué a tiempo aparecía el galán”
(l. 18)
La
enumeración de sintagmas preposicionales se repite, reforzada por la
anáfora “de”, cuando el narrador relata, mediante la técnica
del resumen narrativo, la conversación entre los protagonistas:
“Hablaron del caballo, del cementerio, de la tristeza del día, de
la necedad de aburrirse todos de común acuerdo, de lo inhabitable
que era Vetusta” (l. 23-25). Con ello pretende reflejar la
complicidad que se establece entre ambos al compartir una misma
percepción (despectiva) de su ciudad, lugar al que Ana nunca ha
conseguido integrarse. El pretendiente se muestra muy hábil en la
primera etapa de la seducción, puesto que a través de una
conversación formal y banal, aparentemente intrascendente, consigue
hacer sentir a la protagonista que ya no está sola y que sólo él
puede rescatarla de la tediosa monotonía de Vetusta.
En
cuanto a las formas verbales, como es habitual en la descripción
están en imperfecto de indicativo: “no pasaba nadie” (l. 1),
“según ahondaba” (l. 35). Algunos imperfectos, mediante una
larga enumeración, describen los efectos del encuentro en la
vulnerable Ana, intensificados además por el polisíndeton (de la
conjunción copulativa “y”) y la estructura paralelística de las
oraciones: “le parecía que toda la sangre le subía a la cabeza,
que las ideas se mezclaban y confundían”; “se le secaba la boca
y pasaba la lengua por los labios”; “por señas invisbles, por
efluvios, por adivinación o como fuera, uno a otro se lo estaban
diciendo todo” (l. 46-48). Así, el narrador refleja mediante el
lenguaje la intensidad de las emociones que se apoderan de Ana y la
llevan a abandonar cualquier intento de resistencia.
Asimismo, también es típica de la modalidad descriptiva la
presencia de verbos atributivos: “Era animal de pura raza” (l.8),
“Ana estaba locuaz” (l. 25), “Don Álvaro estaba pasmado” (l.
28), “le parecía que toda la sangre se le subía a la cabeza”
(l. 36-37).
Por
último, cabe destacar el uso de figuras literarias para describir
escenas, personajes y estados de ánimo. Además de las ya
mencionadas (enumeración, anáfora, paralelismo, polisíndeton),
destacan también las comparaciones y metáforas. Las comparaciones
hacen referencia a la bella y nerviosa montura de don Álvaro, espejo
físico y emocional de su amo: “como si el caballo mostrase toda
aquella impaciencia por su gusto” (l. 10-11); “como si al caballo
le hiciese cosquillas aquel gesto, saltaba y azotaba las piedras con
el hierro”, (l. 39), una imagen esta última muy dinámica y de
gran plasticidad, con un evidente el simbolismo erótico, puesto que
la excitación del caballo refleja la pasión entre los futuros amantes.
En
cuanto a las metáforas, traducen de forma poética la el intenso
efecto que Álvaro produce en la frustrada Ana: “un soplo de
frescura en el alma” (l.17-18), “se sentía caer en un pozo”
(l. 35), “las miradas del jinete eran cohetes que se encaramaban a
la barandilla en que descansaba el pecho fuerte y bien torneado de la
Regenta” (l. 41-43).
En
conclusión, se trata de un texto que combina con gran maestría el
resumen narrativo y la descripción dinámica y llena de plasticidad.
Clarín aprovecha al máximo las técnicas y recursos de la narrativa
realista y consigue expresar con intensidad las emociones más
íntimas de la protagonista. Gracias al talento del autor, el lector
se convierte en testigo del nacimiento de la pasión destructiva que
conducirá a Ana Ozores a su trágico final.