lunes, 20 de enero de 2014

Comentario de La Regenta (p. 204)

La Regenta, Leopoldo Alas “Clarín” (p.204)
RESUMEN
Don Álvaro Mesía apareció en la plaza montado en un hermoso caballo y se acercó al balcón donde se encontraba Ana Ozores. Ambos conversaron y por primera vez la Regenta no ocultó la atracción que sentía por su pretendiente, de manera que para ambos el encuentro representó una declaración mutua de amor, implícita pero indudable.
TEMA
El tema del fragmento es el adulterio, que es típico de la novela realista, concretamente la sorpresa de Álvaro al ver que Ana se muestra receptiva a sus avances y el abandono de la protagonista a la pasión que despierta en ella el seductor.
ESTRUCTURA
La primera parte se correspondería con el primer párrafo, que sería el planteamiento, puesto que se presenta la situación inicial (Ana en el balcón que da a la plaza). La segunda parte sería el cortejo, en el que se describe la conversación entre Ana y Álvaro y también los efectos diversos que ésta tiene en ellos. La conclusión sería el último párrafo, puesto que el narrador explica las consecuencias de dicho encuentro: ambos son conscientes de que, de forma impícita, se han confesado una fuerte atracción mutua que promete ser el principio de una relación.
VOZ Y PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR
Como es típico de la novela realista, que pretende analizar en profundiad la psicología de los personajes, se trata de un narrador externo en tercera persona (“vio”, l.3; “hablaron”, l. 22; “se atrevió”, l.25...) omnisiciente, puesto que describe los sentimientos y pensamientos tanto de Álvaro (“estaba pasmado”, l.28) como de Ana (“se sentía caer en un pozo”, l.35).
MODALIDAD TEXTUAL
El texto combina la modalidad narrativa y la descriptiva, con predominio claro de ésta última, como es habitual en la novela realista, que pretende reflejar la forma de vida de la sociedad del siglo XIX, a la vez que adentrarse en la psicología de los personajes. Así, aparecen algunos verbos de acción en pretérito perfecto simple: “saludó” (l.13), “sospechó” (l. 19), “se atrevió a intentar acercarse” (l. 28-29) y numerosos infinitivos que indican movimiento y aportan dinamismo, como se comentará más adelante: “caracolear”, “revolverse” (l. 9),.
En la descripción aparecen numerosos sustantivos concretos (“plaza”, “lacayos”, “curas”, “chiquillos”, “mujeres”, l. 1-2), que constituyen una enumeración reforzada por el polisíndeton (“ni”). Otra enumeración se encuentra en la descripción de la espectacular entrada en escena de Álvaro Mesía, donde se acumulan los adjetivos calificativos: “arrogante figura”, “jinete en soberbio caballo blanco, de reluciente piel, crin abundante y ondulada, cuello grueso, podrosa cerviz, cola larga y espesa” (l. 6-8), al igual que los infinitivos que describen de forma dinámica los movimientos del caballo: “piafar, caracolear, revolverse” (l. 9-10). La actitud arrogante, imponente y llena de elegancia del animal es un fiel reflejo de su amo, que tan hábilmente lo hace exhibirse en la plaza. De este ingenioso modo, el autor caracteriza de forma indirecta al jinete a través de su montura. Esta estructura formada por una serie de oraciones de infinitivo se repite además en las l. 31-34, que describen los calculados gestos del galán para seducir a Ana: “aproximarse”, “ponerse en pie sobre los estribos, estirar el cuello y hablar bajo para que ella tuviera que inclinarse sobre la barandilla”.
También dinámica y de gran plasticidad es la enumeración de las líneas 15 a 17, formada por tres sintagmas nominales cuyo núcleo está complementado por respectivos complementos en forma de S.Adj y S. Prep: “El estrépito de los cascos del animal sobre las piedras, sus graciosos movimientos, la hermosa figura del jinete, llenaron la plaza de repente de vida y alegría”. El narrador describe a continuación los intensos efectos de esta imagen en Ana, que hasta entonces contemplaba con hastío la monótona vida de la ciudad desde el balcón (“ la Regenta sintió un soplo de frescura en el alma”, l.17-18), para dar a continuación un paso más en la percepción subjetiva de la protagonista mediante el estilo indirecto libre, con una oración exclamativa que resume la emoción y la alegría que la embarga al verlo aparecer: “¡Qué a tiempo aparecía el galán” (l. 18)
La enumeración de sintagmas preposicionales se repite, reforzada por la anáfora “de”, cuando el narrador se refiere, mediante el resumen narrativo en estilo indirecto, a la conversación entre los protagonistas: “Hablaron del caballo, del cementerio, de la tristeza del día, de la necedad de aburrirse todos de común acuerdo, de lo inhabitable que era Vetusta” (l. 23-25). Con ello pretende reflejar la complicidad que se establece entre ambos al compartir una misma percepción (despectiva) de su ciudad, lugar al que Ana nunca ha conseguido integrarse. El pretendiente se muestra muy hábil en la primera etapa de la seducción, puesto que a través de una conversación formal y banal, aparentemente intrascendente, consigue hacer sentir a la protagonista que ya no está sola y que sólo él puede rescatarla de la tediosa mediocridad de Vetusta.
En cuanto a las formas verbales, como es habitual en la descripción están en imperfecto de indicativo: “no pasaba nadie” (l. 1), “según ahondaba” (l. 35). Algunos imperfectos, mediante una larga enumeración, describen los efectos del encuentro en la vulnerable Ana, intensificados además por el polisíndeton y la estructura paralelística de las oraciones: “le parecía que toda la sangre le subía a la cabeza, que las ideas se mezclaban y confundían”; “se le secaba la boca y pasaba la lengua por los labios”; “por señas invisbles, por efluvios, por adivinación o como fuera, uno a otro se lo estaban diciendo todo” (l. 46-48).
Además, es típica de la modalidad descriptiva la presencia de verbos atributivos: “Era animal de pura raza” (l.8), “Ana estaba locuaz” (l. 25), “Don Álvaro estaba pasmado” (l. 28), “le parecía que toda la sangre se le subía a la cabeza” (l. 36-37).
Por último, cabe destacar el uso de figuras literarias para describir escenas, personajes y estados de ánimo. Además de las ya mencionadas (enumeración, anáfora, paralelismo, polisíndeton), destacan también las comparaciones y metáforas. Las comparaciones hacen referencia a la bella y nerviosa montura de don Álvaro, espejo físico y emocional de su amo: “como si el caballo mostrase toda aquella impaciencia por su gusto” (l. 10-11); “como si al caballo le hiciese cosquillas aquel gesto, saltaba y azotaba las piedras con el hierro”, (l. 39), una imagen esta última muy dinámica y de gran plasticidad, con un evidente el simbolismo erótico, puesto que la excitación del caballo refleja la de la pareja al compartir un primer momento de relativa intimidad.
En cuanto a las metáforas, traducen de forma poética la intensidad de la pasión que Álvaro despierta en la frustrada Ana: “un soplo de frescura en el alma” (l.17-18), “se sentía caer en un pozo” (l. 35), “las miradas del jinete eran cohetes que se encaramaban a la barandilla en que descansaba el pecho fuerte y bien torneado de la Regenta” (l. 41-43).
En conclusión se trata de un texto que combina con gran maestría la descripción, dinámica y llena de plasticidad, con la expresión de las emociones más íntimas de la protagonista, sea mediante figuras literarias, la técnica realista del monólogo interior o el estilo indirecto libre. Gracias al talento del autor, el lector se convierte en testigo privilegiado del nacimiento de esa pasión destructiva que conducirá a Ana Ozores a su trágico final.

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