La
Regenta, Leopoldo Alas “Clarín” (p.204)
RESUMEN
Don
Álvaro Mesía apareció en la plaza montado en un hermoso caballo y
se acercó al balcón donde se encontraba Ana Ozores. Ambos
conversaron y por primera vez la Regenta no ocultó la atracción que
sentía por su pretendiente, de manera que para ambos el encuentro
representó una declaración mutua de amor, implícita pero
indudable.
TEMA
El
tema del fragmento es el adulterio, que es típico de la novela
realista, concretamente la sorpresa de Álvaro al ver que Ana se
muestra receptiva a sus avances y el abandono de la protagonista a la
pasión que despierta en ella el seductor.
ESTRUCTURA
La
primera parte se correspondería con el primer párrafo, que sería
el planteamiento, puesto que se presenta la situación inicial (Ana
en el balcón que da a la plaza). La segunda parte sería el cortejo,
en el que se describe la conversación entre Ana y Álvaro y también
los efectos diversos que ésta tiene en ellos. La conclusión sería
el último párrafo, puesto que el narrador explica las consecuencias
de dicho encuentro: ambos son conscientes de que, de forma impícita,
se han confesado una fuerte atracción mutua que promete ser el
principio de una relación.
VOZ
Y PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR
Como
es típico de la novela realista, que pretende analizar en profundiad
la psicología de los personajes, se trata de un narrador externo en
tercera persona (“vio”, l.3; “hablaron”, l. 22; “se
atrevió”, l.25...) omnisiciente, puesto que describe los
sentimientos y pensamientos tanto de Álvaro (“estaba pasmado”,
l.28) como de Ana (“se sentía caer en un pozo”, l.35).
MODALIDAD
TEXTUAL
El
texto combina la modalidad narrativa y la descriptiva, con
predominio claro de ésta última, como es habitual en la novela
realista, que pretende reflejar la forma de vida de la sociedad del
siglo XIX, a la vez que adentrarse en la psicología de los
personajes. Así, aparecen algunos verbos de acción en pretérito
perfecto simple: “saludó” (l.13), “sospechó” (l. 19),
“se atrevió a intentar acercarse” (l. 28-29) y numerosos
infinitivos que indican movimiento y aportan dinamismo, como
se comentará más adelante: “caracolear”, “revolverse” (l.
9),.
En
la descripción aparecen numerosos sustantivos concretos
(“plaza”, “lacayos”, “curas”, “chiquillos”,
“mujeres”, l. 1-2), que constituyen una enumeración
reforzada por el polisíndeton (“ni”). Otra enumeración
se encuentra en la descripción de la espectacular entrada en escena
de Álvaro Mesía, donde se acumulan los adjetivos
calificativos: “arrogante figura”, “jinete en soberbio
caballo blanco, de reluciente piel, crin abundante y ondulada, cuello
grueso, podrosa cerviz, cola larga y espesa” (l. 6-8), al igual que
los infinitivos que describen de forma dinámica los movimientos del
caballo: “piafar, caracolear, revolverse” (l. 9-10). La actitud
arrogante, imponente y llena de elegancia del animal es un fiel
reflejo de su amo, que tan hábilmente lo hace exhibirse en la plaza.
De este ingenioso modo, el autor caracteriza de forma indirecta al
jinete a través de su montura. Esta estructura formada por una serie
de oraciones de infinitivo se repite además en las l. 31-34, que
describen los calculados gestos del galán para seducir a Ana:
“aproximarse”, “ponerse en pie sobre los estribos, estirar el
cuello y hablar bajo para que ella tuviera que inclinarse sobre la
barandilla”.
También
dinámica y de gran plasticidad es la enumeración de las
líneas 15 a 17, formada por tres sintagmas nominales cuyo núcleo
está complementado por respectivos complementos en forma de S.Adj y
S. Prep: “El estrépito de los cascos del animal sobre las piedras,
sus graciosos movimientos, la hermosa figura del jinete, llenaron la
plaza de repente de vida y alegría”. El narrador describe a
continuación los intensos efectos de esta imagen en Ana, que hasta
entonces contemplaba con hastío la monótona vida de la ciudad desde
el balcón (“ la Regenta sintió un soplo de frescura en el alma”,
l.17-18), para dar a continuación un paso más en la percepción
subjetiva de la protagonista mediante el estilo indirecto libre, con
una oración exclamativa que resume la emoción y la alegría que la
embarga al verlo aparecer: “¡Qué a tiempo aparecía el galán”
(l. 18)
La
enumeración de sintagmas preposicionales se repite, reforzada
por la anáfora “de”, cuando el narrador se refiere, mediante el
resumen narrativo en estilo indirecto, a la conversación entre los
protagonistas: “Hablaron del caballo, del cementerio, de la
tristeza del día, de la necedad de aburrirse todos de común
acuerdo, de lo inhabitable que era Vetusta” (l. 23-25). Con ello
pretende reflejar la complicidad que se establece entre ambos al
compartir una misma percepción (despectiva) de su ciudad, lugar al
que Ana nunca ha conseguido integrarse. El pretendiente se muestra
muy hábil en la primera etapa de la seducción, puesto que a través
de una conversación formal y banal, aparentemente intrascendente,
consigue hacer sentir a la protagonista que ya no está sola y que
sólo él puede rescatarla de la tediosa mediocridad de Vetusta.
En
cuanto a las formas verbales, como es habitual en la descripción
están en imperfecto de indicativo: “no pasaba
nadie” (l. 1), “según ahondaba”
(l. 35). Algunos imperfectos, mediante una larga enumeración,
describen los efectos del encuentro en la vulnerable Ana,
intensificados además por el polisíndeton y la estructura
paralelística de las oraciones: “le parecía que toda
la sangre le subía a la cabeza, que las ideas se mezclaban y
confundían”; “se le secaba la boca y pasaba la lengua por los
labios”; “por señas invisbles, por efluvios, por adivinación o
como fuera, uno a otro se lo estaban diciendo todo” (l. 46-48).
Además,
es típica de la modalidad descriptiva la presencia de verbos
atributivos: “Era animal de pura raza” (l.8), “Ana estaba
locuaz” (l. 25), “Don Álvaro estaba pasmado” (l. 28), “le
parecía que toda la sangre se le subía a la cabeza” (l. 36-37).
Por
último, cabe destacar el uso de figuras literarias para
describir escenas, personajes y estados de ánimo. Además de las ya
mencionadas (enumeración, anáfora, paralelismo, polisíndeton),
destacan también las comparaciones y metáforas. Las comparaciones
hacen referencia a la bella y nerviosa montura de don Álvaro, espejo
físico y emocional de su amo: “como si el caballo mostrase toda
aquella impaciencia por su gusto” (l. 10-11); “como si al caballo
le hiciese cosquillas aquel gesto, saltaba y azotaba las piedras con
el hierro”, (l. 39), una imagen esta última muy dinámica y de
gran plasticidad, con un evidente el simbolismo erótico, puesto que
la excitación del caballo refleja la de la pareja al compartir un
primer momento de relativa intimidad.
En
cuanto a las metáforas, traducen de forma poética la
intensidad de la pasión que Álvaro despierta en la frustrada Ana:
“un soplo de frescura en el alma” (l.17-18), “se sentía caer
en un pozo” (l. 35), “las miradas del jinete eran cohetes que se
encaramaban a la barandilla en que descansaba el pecho fuerte y bien
torneado de la Regenta” (l. 41-43).
En
conclusión se trata de un texto que combina con gran maestría la
descripción, dinámica y llena de plasticidad, con la expresión de
las emociones más íntimas de la protagonista, sea mediante figuras
literarias, la técnica realista del monólogo interior o el estilo
indirecto libre. Gracias al talento del autor, el lector se convierte
en testigo privilegiado del nacimiento de esa pasión destructiva que
conducirá a Ana Ozores a su trágico final.